Lewis Vs Johnson a ojos de un niño

Hace unos días se cumplieron 25 años de la carrera que cambió definitivamente la percepción del doping en el deporte para el gran público, la final de los 100 metros lisos de los JJ.OO. de Seúl.

Casualmente ayer mientras hacia elíptica (sí, es aburrida y me entretengo como puedo) y curioseaba por la red me llegó un documental, que seguro que ya muchos conocen, basado en aquella gran carrera que acabó convirtiéndose en pesadilla poco después.

Al verlo han venido a mí algunos recuerdos de la infancia. Desde pequeño asocio vivencias personales con el mundo del deporte, por un lado siempre me gustaron casi todos los deportes, y por otro tengo una memoria inmensa para almacenar datos sin mucho interés práctico (recuerdo perfectamente que el anuncio del doping lo vi en TVE juntó a mi padre, ese recuerdo sí vale la pena).

La idolatría hacia Ben Johnson vino poco a poco. De hecho, durante los JJOO de Los Ángeles esperaba ansioso las series eliminatorias y finales de un Carl Lewis que buscaba compartir la leyenda con Jesse Owens. Allí ya estaba Ben Johnson, e incluso fue medallista, pero sinceramente no reparé en él.

Con 8 añitos, aquellos juegos me dejaron tres amores: los JJOO en sí mismos, el atletismo y el baloncesto. Uno de mis recuerdos más entrañables es el de mi padre despertándome antes de ir a trabajar para ver a la selección de basket. Soy un enamorado de las películas olímpicas y "16 Días de Gloria" es una de mis preferidas, supongo que la razón es que tengo la sensación de que estuve allí, viví muy intensamente esos juegos para lo renacuajo que era.

Fue en los Mundiales de Roma en 1987 cuando emergió "Big Ben". A esas alturas era todo un ser pensante de 11 años, Carl Lewis me parecía estirado y algo antipático y Johnson era el huracán que se disponía a barrerlo... y así fue.

En Seúl 1988 ya era incondicional de Johnson y Lewis simplemente pertenecía al "equipo rival". Con 13 años me consideraba un experto en eso de la vida y estaba seguro de que quien siguiera a Carl Lewis estaba tremendamente equivocado. Pasó lo que pasó, récord mundial y escandalazo posterior.

A Ben Johnson lo guardé en el baúl de los recuerdos como un ejemplo de lo que no hay que hacer, aunque lo cierto es que muchos lo hacían y siguen haciendo. En su vuelta tras la sanción miré de reojo para ver si renacía, pero se confirmó el fraude.

A Carl Lewis he llegado a admirarle por lo que significó su carrera aunque nunca me ha caído simpático, además, el tema del doping también ha sido un run-run continuo tras su retirada. Curiosamente mi reconciliación con él vino después de su maravillosa derrota a manos de Mike Powell en el salto de longitud del Mundial de Tokio de 1991. Pocas veces he disfrutado tanto delante de la tele como con aquel duelo que terminó con el récord mundial de Bob Beamon, parecía que se les iba a acabar la arena.

¿Y ahora? Ahora soy un carroza, soy menos inocente pero disfruto igualmente de lo que veo mientras no se demuestre lo contrario. Eso sí, ya no pongo la mano en el fuego por nadie, lecciones de la vida.

Les recomiendo que vean el documental "The Race that Shocked the World" (también conocido como 9.79) sobre la considerada carrera más sucia de la historia, dudoso honor que seguramente podría compartir con otras muchas que no tuvieron tanta repercusión. Está en inglés (con subtítulos en inglés) no sé si hay alguna versión doblada pululando por la red.