Crónica I Circular Extrema Villa de Moya

Este sábado la película tuvo un final esperado y, sin embargo, sorprendente. Después de muchas dudas decidí ponerme el dorsal, la sinusitis estaba controlada y no parecía una locura participar, de todos modos pensaba salir a entrenar el fin de semana y pensé que estaría mejor acompañado que sólo.

Faltó un poco para completar el círculo

Teniendo en cuenta los días precedentes la carrera se antojaba muy dura para la forma y estado de salud que tenía en el momento de la salida. Así que la idea era correr tranquilo y en el momento que no me encontrara bien retirarme. Suponía que no estaría cómodo y que el rendimiento degenararía gradualmente pero la realidad fue muy distinta.

En la salida me quedé atrás para ir a mi ritmo así que me comí varios minutos de parón, tanto en unas escaleras que se encontraban cerca del inicio de la carrera, como en las zonas de cuerdas que había que superar. No había prisa así que me dediqué a no gastar más energías que las que exigía lo complicado del terreno. Como no pensaba ir rápido, la mochila estaba cargadísima con todo lo que pudiera necesitar si tenía algún problema así que en los primeros kilómetros llevaba bastante peso.

Una vez superada la zona técnicamente más complicada, dentro del Barranco de Azuaje, comenzaba un tramo interminable de subidas. Nada menos que 14 km de muros y pequeños descansos que se unían en una sucesión infinita. En esta parte de la carrera fui entrando poco a poco en zona aeróbica y cada vez me sentía mejor, al haber empezado tan atrás iba pasando gente continuamente y me iba animando.

Perfil interruptus

Me planté en Fontanales, segundo avituallamiento, en dos horas y ocho minutos, sólo unos minutos más lento que en el entrenamiento previo. Muy buenas sensaciones antes de afrontar el último gran muro, dos kilómetros prácticamente continuos con las piernas reventadas por el esfuerzo.

Al terminar el ascenso empiezo a ver a mucha gente estirando gemelos, voy bien pero sé que no estoy en un buen momento físico, así que aprovecho la parte más bonita y más o menos llana de la carrera para trotar tranquilamente. Vuelve a pasarme gente pero no me importa, el objetivo es llegar buenas condiciones y por ahora voy perfectamente.

KM 19 - Disfrutando
FOTO: Alberto Cardona (Recomiendo ver la galería completa)

Empiezo a descender y llego al último avituallamiento con una sensación de frescura increíble, sólo noto un pequeño vacío en el estómago y el lógico cansancio muscular después de la paliza que llevo en las piernas. Estoy en el kilómetro 24 y quedan menos de ocho kilómetros para meta, esto ya no se escapa.

Sigo descendiendo, ahora por un terreno mucho más técnico que carga muchísimo las piernas. El sendero desgasta bastante y hay que estar muy atento para no tropezar, enredarse en unas zarzas o darse un golpe contra las cañas que hay a los lados. Reconozco el camino y sé que no queda nada para terminar el descenso y llegar a la zona final, mucho más cómoda. De repente, noto que no voy, avanzo unos doscientos metros y decido parar a tomarme un gel (¿que hace ese gel aún en mi mochila?).

Empiezo a marearme un poco y me pongo a caminar, la cosa no mejora y a falta de poco más de 4km veo a un chico de la organización y alguien de protección civil. Les digo que me voy a parar porque estoy mareado, me animan a que descanse para seguir porque casi estoy en meta, pero les digo que me conozco y que hasta aquí he llegado. Después de un rato sin encontrarme bien paran un coche que me lleva hasta la zona de meta en Moya.

Me tumbo a la sombra con los pies en alto en la zona de masajes y pido a un compañero (siento no haberte podido dar las gracias en ese momento) que me traiga comida y bebida. Me quedo un buen rato pero no me recupero, cada vez que trato de levantar la cabeza vuelvo a marearme. Un voluntario me dice por segunda vez si quiero que llame a la Cruz Roja y por si acaso le digo que vaya a por ellos.

El caso es que por primera vez acabé en el hospitalito de meta. Miran la glucosa en sangre, saturación y tensión, todo bien. Me dicen que siga en la camilla y que vaya bebiendo poco a poco ya que el cuerpo irá asimilando el alimento. Después de unos diez minutos me recupero y puedo empezar a comer sin dificultad.

De este modo sellé el segundo abandono de mi vida, la verdad es que iba mentalizado para esa posibilidad pero no esperaba que me diera un pajarón así. A toro pasado me di cuenta de dos detalles a añadir al hecho de haber estado enfermo las semanas antes, cuando vacié el camelback en casa vi que me había sobrado muchísima agua y, por otro lado, el gel que quedaba en la mochila debía haberlo tomado 25 minutos antes, me despisté durante el descenso y al estar bien no lo eché en falta. Tengo que seguir afinando la hidratación y alimentación en carreras de montaña si quiero pensar en el mundo "ultra" en un futuro.

La organización estuvo muy bien en todo momento y fueron muy atentos conmigo. Curiosa la bolsa de corredor con los tradicionales bizcochos y suspiros de Moya, un bloque de jabón de aloe vera en una caja de madera con guillotina para ir cortándolo, camiseta, gorra y algunas cosillas más, además de la paella final que en este caso no pude disfrutar.

Me da un poco de pena no haber terminado por lo cerca que me quedé, retirarte de esta manera afecta un poco a la confianza porque la verdad es que no lo vi venir, pero de todo se aprende.

De todos modos, un entrenamiento de más de 26km y casi 4 horas en montaña está muy bien para terminar la semana. Lo mejor es que, a diferencia de los entrenamientos que había hecho para reconocer el recorrido, casi no tengo agujetas y esta semana podré entrenar sin problemas.