Día 25 de Abril de 2010 a las 7:35, del hotel sale un corredor popular con muchos nervios pero confiado en poder cumplir el reto para el que se ha preparado los últimos meses. Las últimas noticias sobre la climatología no son buenas y al mirar al cielo sus peores augurios se confirman, Madrid en un par de horas se convertirá en una parrilla... de corredores.
Acudo a la quedada bloguera en la que poco a poco voy soltando los nervios, hablo distendidamente con el resto de valientes y nos sacamos algunas fotos. Echaré de menos este ambiente en carreras en las que prácticamente no conozco a nadie.
Voy a la salida y me paro cuando empiezo a ver a demasiada gente, no soy consciente de lo atrás que estoy, veo delante el globo de 4:30 pero pienso que todos los globos estarán bastante adelante y no me preocupo. Se da la salida y yo no me muevo, que raro, ya no queda nadie del 10000 por la derecha y yo sigo parado. Al llegar a meta me enteraría de que he tardado más de 7 minutos en pasar por la salida y me explico mis dificultades para coger ritmo por la Castellana, tratando de no zigzaguear demasiado cuando me encuentro taponado.
Esta primera parte se me hace un poco pesada, voy bien, pero los ritmos en el Garmin me salen un poco más altos de lo que tenía pensado, se oyen las bromas de los corredores pero estoy un poco tenso y no estoy disfrutando demasiado de los primeros kilómetros.
Es en el kilómetro 7 cuando salgo de mi apatía y empiezo a sentir la carrera de verdad. Había una niña en una esquina animando a los corredores en una zona en la que no había público y sólo se escuchaban jadeos y pisadas, de repente con un acento muy castizo la niña grita “¡Valientes!¡Qué sois unos valientes!¡Eso es lo que sois!”. Se me ponen los pelos de punta y salgo del trance en el que me encontraba, intentando controlar los ritmos y un poco intimidado por la magnitud de la carrera.
A partir de este momento dejo de controlar la carrera y empiezo a disfrutarla. En la calle Fuencarral (km 16) me esperaba por primera vez Marian, y a pesar de los toboganes mis piernas iban muy bien y pienso que el sol no me está afectando demasiado. Cuando llego a su altura me paro y le planto un beso, estaba eufórico, los kilómetros pasaban y todo iba según lo previsto.
Giro hacia Gran Vía, bajo Preciados, cruzo Sol y me presento en la Calle Mayor sintiendo que sólo por correr ese tramo vale la pena ir a Madrid. La gente está entregada, paso por las oficinas en las que trabajé durante un año y me parece increíble que hayan cortado la calle para mí.
Llego al medio maratón entero aunque con un tiempo algo superior a lo que pensaba (1:55), lo achaco a la altura, me cuesta llevar mis ritmos en Madrid, ya me había pasado en otras ocasiones por lo que no me preocupo, bajar de cuatro horas sigue siendo posible.
Como había planificado, hasta ese momento me he hidratado con agua (en todos los avituallamientos) y la isotónica que me pasó Marian (demasiado caliente), empiezo a notar el estómago pesado por la cantidad de líquido consumido cuando estoy bajando el Parque del Oeste, pero mantengo el ritmo hasta que, en el kilómetro 25, entro en la Casa de Campo y mis piernas parecen bloques de cemento, las pulsaciones aumentan y me doy cuenta de que el sol me está taladrando la cabeza.
Desde ese momento tengo la tentación de caminar pero, sin saber de dónde saco las fuerzas, sigo avanzando a 5:50/km. En el kilómetro 26 me vengo arriba y pienso “!sólo faltan 16 kilómetros¡”, pero 1000 metros más tarde 15 kilómetros me parecen algo imposible de recorrer. Me agarro a la carretera como puedo mientras veo mucha gente andando muy lejos de meta y varios corredores vomitando, la cosa definitivamente se complica.
Pienso en que me están esperando en el kilómetro 32 y luchó contra mis piernas. Es al final de la cuesta de Lago donde decido empezar a caminar y tomar el gel con tranquilidad mientras busco a Marian. Esa cuesta es lo más parecido a subir un puerto en el Tour de Francia, la gente estrecha la carretera y te empuja con sus gritos, una sensación increíble. Estoy en el kilómetro 32 en 2:59, en circunstancias normales sería asequible bajar de cuatro horas cubriendo los últimos 10 kilómetros en 60 minutos, pero ya tenía claro que este no iba a ser el día.
Después del gel me recupero y empiezo a correr a buen ritmo, y es aquí cuando cometo el segundo error de la carrera. Pasado el kilómetro 33 hay un pequeño avituallamiento en una bajada en curva y decido tirar mi agua algo caliente para coger isotónica y otra botella de agua fría. Buscando la isotónica no me doy cuenta de que sólo hay agua y me paso las tres mesas sin coger líquidos. El sol vuelve a darme en la cara y me parece una eternidad llegar al siguiente avituallamiento sin un poco de líquido tranquilizador en mis manos. Creo que mentalmente este fue el peor momento de la carrera.
Por fin llego al avituallamiento, encuentro el modo de coger una botella de isotónica en lugar de un vaso (esto no debe hacerse porque podemos fastidiar bien a los de atrás) y me echo a andar, en ese instante me encuentro a Javier y seguidamente a Risco. Risco me dice algo así como “no te preocupes vamos todos pinchados”, supongo que en ese momento me dí cuenta de que la dureza era extrema y tenía que luchar por llegar como fuera sin tener en cuenta el crono.
Les pregunto si empezamos a trotar poco a poco y Risco me dice que era imposible pero Javier empieza a avanzar conmigo. Hacemos un par de kilómetros trotando unos ratos y caminando otros, cuando uno no puede seguir, casi siempre yo, volvemos a andar. Me doy cuenta de que Javier está recuperando mejor que yo y le digo que la próxima vez que pare siga hacia delante.
Me quedan algo más de 5 kilómetros y las cuestas me parecen auténticos muros. Siempre he oído a la gente hablar de lo místico que puede ser correr un maratón pero hasta que no lo pasas no sabes lo que significa. Trato de motivarme pensando en mi padre que falleció a mitad de preparación del Maratón de Gran Canaria (aquel intento fallido), en aquel entrenamiento después de estar con él en el hospital en el que terminé de entrenar en el Parque Romano rozando la medianoche, en Marian y en Iván que me esperaban en meta, en todos los domingos de soledad corriendo por la Avenida Marítima, incluso en todos aquellos cubatas que dejé de tomar ;-)
Empiezo una secuencia infinita de correr-reptar-andar que se hace eterna y me deja a dos kilómetros de meta. Aquí algo cambia en mi cabeza, consigo correr sin tener que parar, las fuerzas vuelven, sólo puedo sonreír, estoy pletórico, la gente grita por la Puerta de Alcalá y la meta me está llamando. Marian me grita y la veo junto con Olivia nada más entrar en el Retiro, están cámara en mano, pienso “joder, voy a tener hasta una foto de este momento”.
Sólo me queda la recta de meta y la disfruto como nunca he disfrutado en una carrera, no quiero que acabe, levanto los brazos mil veces, esta vez va a salir una foto cojonuda de mi llegada.
Cruzo la meta, se acabó, me viene a la cabeza mi padre, sé que esté donde esté, estará orgulloso presumiendo de hijo con sus amigos. Se me saltan las lágrimas por unos momentos, lo he conseguido, me arde el cuerpo y me tiemblan las piernas, pero lo he conseguido. La marca 4:14:27, hoy es lo de menos pero me prometo pulverizarla la próxima vez, porque esto quiero sentirlo muchas próximas veces.
Día 25 de Abril de 2010 a las 14:30, entra en el hotel el mismo tipo que salió esta mañana, está reventado pero tiene “algo” diferente en la mirada. Con él entra Marian y, es curioso, pero también tiene ese “algo” en la mirada, parece casi más contenta que él. El día ha sido duro para los dos, pero está claro que la experiencia ha sido increíble.
PD: Hoy tuvimos ecografía, pero Iván se ha tapado la cara con la mano así que todavía no sabemos si también tiene ese "algo" en la mirada ;-)
Acudo a la quedada bloguera en la que poco a poco voy soltando los nervios, hablo distendidamente con el resto de valientes y nos sacamos algunas fotos. Echaré de menos este ambiente en carreras en las que prácticamente no conozco a nadie.
Voy a la salida y me paro cuando empiezo a ver a demasiada gente, no soy consciente de lo atrás que estoy, veo delante el globo de 4:30 pero pienso que todos los globos estarán bastante adelante y no me preocupo. Se da la salida y yo no me muevo, que raro, ya no queda nadie del 10000 por la derecha y yo sigo parado. Al llegar a meta me enteraría de que he tardado más de 7 minutos en pasar por la salida y me explico mis dificultades para coger ritmo por la Castellana, tratando de no zigzaguear demasiado cuando me encuentro taponado.
Esta primera parte se me hace un poco pesada, voy bien, pero los ritmos en el Garmin me salen un poco más altos de lo que tenía pensado, se oyen las bromas de los corredores pero estoy un poco tenso y no estoy disfrutando demasiado de los primeros kilómetros.
Es en el kilómetro 7 cuando salgo de mi apatía y empiezo a sentir la carrera de verdad. Había una niña en una esquina animando a los corredores en una zona en la que no había público y sólo se escuchaban jadeos y pisadas, de repente con un acento muy castizo la niña grita “¡Valientes!¡Qué sois unos valientes!¡Eso es lo que sois!”. Se me ponen los pelos de punta y salgo del trance en el que me encontraba, intentando controlar los ritmos y un poco intimidado por la magnitud de la carrera.
A partir de este momento dejo de controlar la carrera y empiezo a disfrutarla. En la calle Fuencarral (km 16) me esperaba por primera vez Marian, y a pesar de los toboganes mis piernas iban muy bien y pienso que el sol no me está afectando demasiado. Cuando llego a su altura me paro y le planto un beso, estaba eufórico, los kilómetros pasaban y todo iba según lo previsto.
Giro hacia Gran Vía, bajo Preciados, cruzo Sol y me presento en la Calle Mayor sintiendo que sólo por correr ese tramo vale la pena ir a Madrid. La gente está entregada, paso por las oficinas en las que trabajé durante un año y me parece increíble que hayan cortado la calle para mí.
Llego al medio maratón entero aunque con un tiempo algo superior a lo que pensaba (1:55), lo achaco a la altura, me cuesta llevar mis ritmos en Madrid, ya me había pasado en otras ocasiones por lo que no me preocupo, bajar de cuatro horas sigue siendo posible.
Como había planificado, hasta ese momento me he hidratado con agua (en todos los avituallamientos) y la isotónica que me pasó Marian (demasiado caliente), empiezo a notar el estómago pesado por la cantidad de líquido consumido cuando estoy bajando el Parque del Oeste, pero mantengo el ritmo hasta que, en el kilómetro 25, entro en la Casa de Campo y mis piernas parecen bloques de cemento, las pulsaciones aumentan y me doy cuenta de que el sol me está taladrando la cabeza.
Desde ese momento tengo la tentación de caminar pero, sin saber de dónde saco las fuerzas, sigo avanzando a 5:50/km. En el kilómetro 26 me vengo arriba y pienso “!sólo faltan 16 kilómetros¡”, pero 1000 metros más tarde 15 kilómetros me parecen algo imposible de recorrer. Me agarro a la carretera como puedo mientras veo mucha gente andando muy lejos de meta y varios corredores vomitando, la cosa definitivamente se complica.
Pienso en que me están esperando en el kilómetro 32 y luchó contra mis piernas. Es al final de la cuesta de Lago donde decido empezar a caminar y tomar el gel con tranquilidad mientras busco a Marian. Esa cuesta es lo más parecido a subir un puerto en el Tour de Francia, la gente estrecha la carretera y te empuja con sus gritos, una sensación increíble. Estoy en el kilómetro 32 en 2:59, en circunstancias normales sería asequible bajar de cuatro horas cubriendo los últimos 10 kilómetros en 60 minutos, pero ya tenía claro que este no iba a ser el día.
Después del gel me recupero y empiezo a correr a buen ritmo, y es aquí cuando cometo el segundo error de la carrera. Pasado el kilómetro 33 hay un pequeño avituallamiento en una bajada en curva y decido tirar mi agua algo caliente para coger isotónica y otra botella de agua fría. Buscando la isotónica no me doy cuenta de que sólo hay agua y me paso las tres mesas sin coger líquidos. El sol vuelve a darme en la cara y me parece una eternidad llegar al siguiente avituallamiento sin un poco de líquido tranquilizador en mis manos. Creo que mentalmente este fue el peor momento de la carrera.
Por fin llego al avituallamiento, encuentro el modo de coger una botella de isotónica en lugar de un vaso (esto no debe hacerse porque podemos fastidiar bien a los de atrás) y me echo a andar, en ese instante me encuentro a Javier y seguidamente a Risco. Risco me dice algo así como “no te preocupes vamos todos pinchados”, supongo que en ese momento me dí cuenta de que la dureza era extrema y tenía que luchar por llegar como fuera sin tener en cuenta el crono.
Les pregunto si empezamos a trotar poco a poco y Risco me dice que era imposible pero Javier empieza a avanzar conmigo. Hacemos un par de kilómetros trotando unos ratos y caminando otros, cuando uno no puede seguir, casi siempre yo, volvemos a andar. Me doy cuenta de que Javier está recuperando mejor que yo y le digo que la próxima vez que pare siga hacia delante.
Me quedan algo más de 5 kilómetros y las cuestas me parecen auténticos muros. Siempre he oído a la gente hablar de lo místico que puede ser correr un maratón pero hasta que no lo pasas no sabes lo que significa. Trato de motivarme pensando en mi padre que falleció a mitad de preparación del Maratón de Gran Canaria (aquel intento fallido), en aquel entrenamiento después de estar con él en el hospital en el que terminé de entrenar en el Parque Romano rozando la medianoche, en Marian y en Iván que me esperaban en meta, en todos los domingos de soledad corriendo por la Avenida Marítima, incluso en todos aquellos cubatas que dejé de tomar ;-)
Empiezo una secuencia infinita de correr-reptar-andar que se hace eterna y me deja a dos kilómetros de meta. Aquí algo cambia en mi cabeza, consigo correr sin tener que parar, las fuerzas vuelven, sólo puedo sonreír, estoy pletórico, la gente grita por la Puerta de Alcalá y la meta me está llamando. Marian me grita y la veo junto con Olivia nada más entrar en el Retiro, están cámara en mano, pienso “joder, voy a tener hasta una foto de este momento”.
Sólo me queda la recta de meta y la disfruto como nunca he disfrutado en una carrera, no quiero que acabe, levanto los brazos mil veces, esta vez va a salir una foto cojonuda de mi llegada.
Cruzo la meta, se acabó, me viene a la cabeza mi padre, sé que esté donde esté, estará orgulloso presumiendo de hijo con sus amigos. Se me saltan las lágrimas por unos momentos, lo he conseguido, me arde el cuerpo y me tiemblan las piernas, pero lo he conseguido. La marca 4:14:27, hoy es lo de menos pero me prometo pulverizarla la próxima vez, porque esto quiero sentirlo muchas próximas veces.
Día 25 de Abril de 2010 a las 14:30, entra en el hotel el mismo tipo que salió esta mañana, está reventado pero tiene “algo” diferente en la mirada. Con él entra Marian y, es curioso, pero también tiene ese “algo” en la mirada, parece casi más contenta que él. El día ha sido duro para los dos, pero está claro que la experiencia ha sido increíble.
PD: Hoy tuvimos ecografía, pero Iván se ha tapado la cara con la mano así que todavía no sabemos si también tiene ese "algo" en la mirada ;-)
Una crónica preciosa. realmente emotiva. Iván podrá decir que vio a papi llegar a meta en una maratón... Pero por favor, que se parezca a su madre...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
¡Enhorabuena! Yo no tenía ninguna duda de que lo ibas a conseguir. Muchas gracias por el blog y mucho ánimo para conseguir nuevas metas. He leído que fue un maratón muy duro para todos los corredores, sé lo que es correr en Madrid y cuando el Lorenzo aprieta es para echarse a temblar. Dice el tópico que los comienzos siempre son difíciles, pero hay otro que me gusta más: la mitad es empezar. Puedes pensar que sólo has corrido tu primer maratón o que has completado la mitad de tu carrera como maratoniano popular.
ResponderEliminar¡Un abrazo y ánimo!
Enhorabuena, has podido con Mapoma y como dices es una delicia correr con ese apoyo, sufrir se sufre pero a los 10' solo te queda la felicidad y ese algo diferente en la mirada.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
Manuel, eres grande. Que crónica más bonita, hazle cuatro copias de seguridad para que nunca la pierdas.
ResponderEliminarLeyéndote y después de leer estos días otras crónicas y algo sobre los golpes de calor, creo que lo que me pasó a mí fue exactamente igual que a tí y a tantos otros, los efectos del calor que son demoledores en el corredor.
Es curioso que conozcas más gente en una carrera de Madrid que una local, a mí me pasa lo mismo.
Si te encuentras recuperado, el domingo 16 de mayo Media Maratón de fundacion de puertos de Las Palmas. Me está rondando por la cabeza, no para hacer marca porque de la maratón te quedas tocado, pero para participar. ¿quién sabe?
ResponderEliminarFelicidades Manuel! Una crónica muy buena en la que se plasma el sufrimiento y la alegría de terminar MAPOMA. Ahora te toca recuperar durante una semana y andar raro jejeje.
ResponderEliminarUn abrazo,
P.D. Cuando corra mi primera maratón tendré el 4:14:27 en mi objetivo ;)
Felicidades de nuevo! me ha gustado tu crónica y me motiva mucho para realizar mi 2º maratón este otoño.Un abrazo!!
ResponderEliminarHola Manuel, antes que nada felicitarte por tu última entrada, no había tenido ocasión de leerla y la verdad que es muy emotiva. Ahora mismo te tengo mucha envidia, sana por supuesto, por estar ya graduado y titulado como maratoniano. Muchas gracias por los consejos que me distes e hiciste bien en apostar por mí porque voy a ir a por todas, jejeje. Espero que estés bien. Un fuerte y cordial saludo.
ResponderEliminarenhorabuena por tu maraton y por tu futura paternidad , buena cronica ,
ResponderEliminarsaludos amigo
Enhorabuena por el carrerón, la crónica, y ya puestos por el peque.
ResponderEliminarFelicidades.
Manuel, por razones inexplicables, no había leído esta entrada
ResponderEliminarSe me ha puesto la piel de gallina, enhorabuena por ambas cosas, superar MAPOMA y este pedazo de crónica
Ojalá el año que viene la corramos juntos
Saludos
JUAN
me ha gustado Manuel, la cronica muy emotiva, de veras...fue un placer conocerte y trotar contigo... espero que tengamos la venganza sobre este mapoma... y coincidir estaria bien...animo Manuel... siento leerte con retraso amigo.
ResponderEliminarUn abrazo
Con lo que acabo de leer y lo que te he oido de la maratón la verdad es que uno se emociona y da ganas de ponerse a ello enseguida...
ResponderEliminarA ver si para otra ocasión que coincidamos me paso a la grande... pero paciencia paciencia.
Un gran abrazo